Post by Luis on Jul 15, 2008 21:36:16 GMT -5
Esta es una columna de Sandro Venturo en Peru 21. No creo que nadie se sorprenda cuando alguien hace un analisis negativo sobre la infraestructura del pais. Pero nunca sera demasiado hasta que se cambie este deficit para bien...
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Nuestra ingenuidad ecológica
Lo que más llama mi atención después del terremoto es la forma cómo periodistas y ciudadanos hablamos del fenómeno. Manifestamos nuestra sorpresa. Confesamos lo desprevenidos que estábamos. Hasta atribuimos a voluntades metafísicas el origen del desastre. Pregunto: ¿cómo podemos vivir tan desligados de nuestro hábitat?
Esta incongruencia se expresa en otros ámbitos de nuestra vida. ¿Ejemplos? En la costa consumimos el agua como si no estuviéramos en un desierto. En las alturas las comunidades no están preparadas para las heladas que siempre sufrimos. En épocas de lluvia se producen huaicos que suelen afectar a las mismas poblaciones. En nuestra imagen de país no aparece la minería y somos una de las reservas mineras más importantes del mundo. Finalmente, gran parte de la ciudadanía vive en construcciones que no están soportando los sismos que nos "sorprenden" de forma recurrente. Si la ecología estudia la relación del ser humano con su medio, ¿no son éstas evidencias suficientes de un grave desfase ecológico?.
Es a partir de esta ingenuidad ecológica que se explica gran parte de la alta vulnerabilidad de tantas familias (otra vez, las más pobres), así como la ausencia de planes de contingencia del sector público ante las consecuencias de las catástrofes. Sin duda, Indeci ha sido sobrepasado y muchos preguntan por el sentido de su existencia. Los gobiernos locales tampoco están mostrando capacidad de enfrentar el derrumbe social. Y el Gobierno central mientras despliega un intenso compromiso, que todos celebramos, hace evidente al mismo tiempo su antigua falta de preparación ante sucesos traumáticos. En resumen: todo esto indica que no tenemos una cultura pública ni civil de prevención de desastres. Y no se trata únicamente de un problema de gestión o de pobreza sino de un problema cultural: vivimos desconectados de nuestro medio ambiente.
En los últimos años nos venimos preguntando por cómo aprovechar las ventajas del país. Pero también debemos preguntarnos por nuestras desventajas. ¿Cómo debemos organizar nuestra sociedad en función de nuestro entorno? Nótese que esta no es una interrogante solo para nuestros gobernantes. Si los ciudadanos no asumimos que las responsabilidades y las precauciones deben venir primero, literalmente, de casa, nuestras vidas seguirán amenazadas por nuestra ingenuidad ecológica.
Fuente: www.peru21.com/comunidad/columnistas/Html/2007-08-27/venturo0775961.html
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Nuestra ingenuidad ecológica
Lo que más llama mi atención después del terremoto es la forma cómo periodistas y ciudadanos hablamos del fenómeno. Manifestamos nuestra sorpresa. Confesamos lo desprevenidos que estábamos. Hasta atribuimos a voluntades metafísicas el origen del desastre. Pregunto: ¿cómo podemos vivir tan desligados de nuestro hábitat?
Esta incongruencia se expresa en otros ámbitos de nuestra vida. ¿Ejemplos? En la costa consumimos el agua como si no estuviéramos en un desierto. En las alturas las comunidades no están preparadas para las heladas que siempre sufrimos. En épocas de lluvia se producen huaicos que suelen afectar a las mismas poblaciones. En nuestra imagen de país no aparece la minería y somos una de las reservas mineras más importantes del mundo. Finalmente, gran parte de la ciudadanía vive en construcciones que no están soportando los sismos que nos "sorprenden" de forma recurrente. Si la ecología estudia la relación del ser humano con su medio, ¿no son éstas evidencias suficientes de un grave desfase ecológico?.
Es a partir de esta ingenuidad ecológica que se explica gran parte de la alta vulnerabilidad de tantas familias (otra vez, las más pobres), así como la ausencia de planes de contingencia del sector público ante las consecuencias de las catástrofes. Sin duda, Indeci ha sido sobrepasado y muchos preguntan por el sentido de su existencia. Los gobiernos locales tampoco están mostrando capacidad de enfrentar el derrumbe social. Y el Gobierno central mientras despliega un intenso compromiso, que todos celebramos, hace evidente al mismo tiempo su antigua falta de preparación ante sucesos traumáticos. En resumen: todo esto indica que no tenemos una cultura pública ni civil de prevención de desastres. Y no se trata únicamente de un problema de gestión o de pobreza sino de un problema cultural: vivimos desconectados de nuestro medio ambiente.
En los últimos años nos venimos preguntando por cómo aprovechar las ventajas del país. Pero también debemos preguntarnos por nuestras desventajas. ¿Cómo debemos organizar nuestra sociedad en función de nuestro entorno? Nótese que esta no es una interrogante solo para nuestros gobernantes. Si los ciudadanos no asumimos que las responsabilidades y las precauciones deben venir primero, literalmente, de casa, nuestras vidas seguirán amenazadas por nuestra ingenuidad ecológica.
Fuente: www.peru21.com/comunidad/columnistas/Html/2007-08-27/venturo0775961.html